5 beneficios espectaculares del chocolate orgánico.

No es, únicamente, uno de los grandes placeres de la vida: también es uno de los caprichos más deliciosos que existen. Considerado «alimento de los dioses», es fundamental en nuestra dieta y no solo por lo gustoso de su sabor.

Además, y aunque es poco conocido, cuenta con múltiples virtudes para nuestro organismo. Unas de las que podernos valernos, también, de forma ecológica y que suponen el punto de partida para descubrir los beneficios del chocolate orgánico.

Lejos de la creencia popular, el cacao no es perjudicial para nuestra dieta sino más bien lo contrario. Su composición tiene repercusión en determinados mecanismos naturales de nuestro organismo. Pero también es clave para otro aspecto que va de la mano del buen funcionamiento de nuestro cuerpo: nuestra salud emocional. Eso sí: para valernos de los beneficios del chocolate orgánico es fundamental consumirlo con moderación.

Así que veamos a fondo por qué consumir cacao orgánico de forma regular es sinónimo de cuidarnos. Una forma dejar a un lado un compañero habitual del disfrute de cada onza: la culpabilidad.

¿CUÁLES SON LOS BENEFICIOS DEL CHOCOLATE ORGÁNICO?

Hablar de los beneficios del cacao orgánico pasa, de forma obligatoria, por entender a fondo qué significa esta forma de categorizarlo.

El «apellido» orgánico implica cumplir una serie de estándares que, aunque no podemos computar como beneficios directos para nuestra salud, sí tiene una repercusión en el mundo que nos rodea. Cada una de estas tabletas es sinónimo de consumir un producto elaborado con materia prima libre de cualquier aditivo químico,tanto en su cultivo como en su elaboración. Y, aunque podríamos computarlo como parte de los beneficios del chocolate orgánico, tiene una dimensión todavía mayor. Cada onza se ha elaborado de forma respetuosa con el medio ambiente, cuidando de los ecosistemas en los que se cultiva la materia prima.

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Esta dimensión intangible tiene una repercusión directa en el producto que vamos a disfrutar Al igual que conocer los beneficios de los frutos secos ecológicos permite descubrir que son sinónimo de cuidar de nuestra salud, en el caso del chocolate orgánico sucede lo mismo. El cacao cultivado de forma sostenible es considerado un superalimento y, como tal, su consumo tiene un potencial nutritivo del que carecen los chocolates comerciales procesados.

Veamos cuáles son esos beneficios del chocolate orgánico de los que podemos valernos para cuidar de nuestro cuerpo. Y ¿por qué no? también de nuestra mente.

1. Tiene una mayor concentración en antioxidantes

Hablamos mucho de ellos y, sin embargo, desconocemos qué son en profundidad. Por definición, los antioxidantes son moléculas capaces de retrasar o prevenir la oxidación de las células. Están presentes de forma natural en distintas partes de las plantas, de la raíz a sus frutos; y juegan un papel decisivo en nuestra alimentación. Y no solo por su repercusión celular: también por su impacto en la prevención de enfermedades cardiovasculares o en el colesterol. Algo que, curiosamente, también se da en el caso del aceite ecológico.

Por ser un alimento rico en flavonoides, uno de los beneficios del chocolate orgánico es precisamente su aporte en antioxidantes. Una molécula cuya concentración es directamente proporcional al porcentaje de cacao utilizado.

¿Y en qué se traduce esto? En que el chocolate orgánico ayuda a tener un corazón sano o a controlar la tensión, mejora la calidad de nuestra piel e, incluso, la protege del sol.

2. Fortalece la musculatura, uno de los beneficios del chocolate orgánico menos conocidos

Te preguntarás cómo es posible, y la respuesta es sencilla: es rico en magnesio. Un componente que se encuentra de forma natural en el cacao, y que tiene una repercusión saludable en la musculatura de nuestro cuerpo.

3. Favorece la buena memoria y la concentración, otro aspecto interesante

Podríamos pensar que es magia, pero, en realidad, es cuestión de química. El chocolate orgánico de gran pureza es rico en teobromina: un alcaloide que estimula el sistema nervioso central.

4. Mejora nuestro buen humor y evita el estrés

Uno de los beneficios del chocolate orgánico que no es cuestión de gusto sino, nuevamente, de química. Su ingesta favorece la segregación de serotonina: la hormona llamada popularmente de la felicidad. Esto hace del cacao un auténtico aliado para paliar el estrés, pero, también, para favorecer un buen estado de ánimo.

5. Otro beneficio del chocolate orgánico, ¡es respetuoso con nuestra salud dental!

Desde la infancia, hemos oído que se le atribuye a este alimento provocar caries. Sin embargo, esto no es realmente así. El chocolate orgánico con un buen porcentaje de pureza tiene una concentración natural casi imperceptible de azúcares, por lo que no se adhiere a nuestros dientes. Un detalle que evita la proliferación de la placa bacteriana, pero, también, de los agentes causantes de las caries.

Así que ya sabes: la próxima vez que muerdas una onza, recuerda todos los beneficios del chocolate orgánico. Te darás un capricho sabiendo que, además, cuidas de tu salud.

Fuente: Verdecora.es

¿Qué tan malos son los alimentos ultraprocesados? Lo que sabemos y algunos cambios sencillos para mejorar tu dieta

Una dieta equilibrada es mucho más que determinar si ciertos alimentos son ultraprocesados o no. Pero si quieres simplificar tu dieta, aquí tienes por dónde empezar.

Los alimentos ultraprocesados constituyen una parte importante de nuestra dieta, y puede ser difícil saber por dónde empezar si se está intentando eliminarlos. En Europa, las estimaciones oscilan entre el 14% de las calorías diarias de los adultos procedentes de alimentos ultraprocesados en Italia y Rumanía y el 44% en Suecia y el Reino Unido.

Pero, ¿qué se considera realmente un alimento ultraprocesado y qué sabemos realmente sobre su impacto en nuestra salud? «No existe una definición clara», explica a ‘Euronews Health’ Gunter Kuhnle, catedrático de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la Universidad de Reading.

La mayoría de los expertos utilizan el sistema de clasificación NOVA para agrupar los alimentos en cuatro categorías: alimentos no procesados y mínimamente procesados, como la fruta y la leche; ingredientes culinarios procesados, como aceites y sal; alimentos procesados, como verduras enlatadas y quesos sencillos; y alimentos ultraprocesados, que se elaboran con técnicas industriales masivas.

Esto incluye bebidas energéticasaperitivos envasadospanes producidos en masacereales azucarados para el desayunofideos instantáneos y pizzas congeladas.

Las dietas compuestas en gran medida por alimentos ultraprocesados se han relacionado con una serie de problemas de salud, como enfermedades cardiacas, problemas digestivos y riesgo de muerte prematura.

Pero no todos los alimentos ultraprocesados son intrínsecamente malsanos. Un estudio reciente realizado en el Reino Unido ha descubierto que las dietas ricas en alimentos ultraprocesados pueden ayudar a perder peso, siempre que sean equilibradas desde el punto de vista nutricional.

Esto sugiere que los malos resultados para la salud asociados a los alimentos ultraprocesados pueden deberse al hecho de que suelen ser fáciles de comer en exceso y a menudo tienen un alto contenido en azúcar, sal y grasa, más que al propio procesamiento, concluyeron los investigadores.

Por ejemplo, el pan producido en masa podría considerarse ultraprocesado porque lleva aditivos que evitan que se enmohezca rápidamente, pero eso no significa que sean perjudiciales para nuestra salud.

Estos matices hacen que una dieta equilibrada sea mucho más que determinar si ciertos alimentos son ultraprocesados o no.

«Es un espacio complicado de navegar, sobre todo en el supermercado, cuando intentas diferenciar entre qué (alimentos ultraprocesados) son menos saludables y cuáles pueden ser un complemento sano de tu dieta«, explica a ‘Euronews Health’ Sammie Gill, dietista diplomada y portavoz de la Asociación Dietética Británica (BDA). Pero si quieres simplificar tu dieta en un mundo ultraprocesado, Gill tiene algunas ideas.

1. Compre alimentos integrales siempre que sea posible

Los alimentos integrales -también conocidos como alimentos no procesados o mínimamente procesados- son «lo más parecido posible a su estado natural«, explica Gill. Piensa en frutas y verduras frescas, carnes magras y frutos secos.

En la tienda de comestibles, trate de recoger la avena en lugar de una barra de avena pre-envasados, y las patatas en lugar de mezcla de puré de patatas instantáneo.

2. Opta por tentempiés con menos ingredientes o más sanos

Cambia los yogures de sabores por yogures naturales, y añade tu propia fruta fresca y otros ingredientes. Cambia los cereales azucarados y los panes o pastas blancos por opciones integrales, y elige palomitas en lugar de patatas fritas.

Si tienes antojo de patatas fritas, Gill sugirió comprobar la lista de ingredientes y optar por marcas que sólo utilicen patatas, aceite vegetal y sal.

3. Añadir más alimentos ricos en fibra

A la mayoría de la gente le vendría bien añadir más fibra a su dieta. Presente en frutas, verduras y alimentos integrales, los expertos en nutrición recomiendan que las mujeres ingieran 25 gramos y los hombres 38 gramos de fibra al día, aunque muchos europeos no alcanzan esta cifra.

Gill recomienda a los compradores que busquen alimentos con un mayor contenido en fibra. Los alimentos que contienen al menos tres gramos de fibra por cada 100 gramos se consideran «fuente de fibra», mientras que los que tienen seis gramos o más se clasifican como «ricos en fibra».

4. Combina alimentos ultraprocesados e integrales

Si tomas un plato preparado a base de carne, Gill recomienda añadir una ensalada aparte. Si comes pasta con salsa, añade alubias. Si comes una pizza congelada, ponle verduras frescas por encima.

5. No te avergüences

Para la mayoría de la gente no es realista eliminar por completo los alimentos ultraprocesados, y obsesionarse con un tentempié o ingrediente -en lugar de centrarse en la nutrición en general- puede hacer más mal que bien.

«Lo importante es cómo es tu dieta en general a largo plazo, no si comes un trozo de tarta o unas galletas de vez en cuando», afirma Gill.

Fuente: Euronews.com / Gabriela Galvin

La dieta frente al cáncer: ¿nutrir el tumor o potenciar las defensas?

La ciencia estudia el papel de la nutrición como una herramienta terapéutica para prevenir tumores u optimizar la respuesta a los tratamientos oncológicos.

La alimentación puede ser un arma de doble filo que juegue a favor o en contra de la progresión del cáncer. Está claro, por ejemplo, que las células tumorales tienen especial apetencia por la glucosa. O que una dieta sana y equilibrada contribuye a prevenir un tercio de los tumores más frecuentes. Pero la ciencia todavía no ha terminado de desenredar esa enrevesada telaraña de encuentros y desencuentros que une la alimentación y el cáncer. Los hallazgos de los últimos años, eso sí, esbozan cada vez con más nitidez el poderoso potencial de la dieta como estrategia para ayudar a combatir los tumores y los científicos se afanan en descifrar ese rompecabezas: la nutrición no va a curar la enfermedad, pero sí puede ayudar a optimizar la respuesta a los tratamientos, auguran los expertos.

La dieta influye en el metabolismo del cáncer, pero también impacta en otras áreas claves para la supervivencia y progresión del tumor, cuenta Nabil Djouder, director del grupo de Factores de Crecimiento, Nutrientes y Cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO): “Influye en el metabolismo de las células tumorales de manera positiva y negativa porque mantener el crecimiento exagerado de la célula requiere una gran cantidad de necesidades energéticas. Pero también hay diferentes dietas que pueden influir en otras partes del microambiente tumoral, como la inflamación o el sistema inmune”. Los investigadores están intentando poner orden a todo el puzle metabólico y entender qué moléculas interfieren, positiva o negativamente, en cada caso y cómo lo hacen, para buscar potenciales estrategias que jueguen a favor del paciente.

De entrada, y a propósito del metabolismo del propio cáncer, las células tumorales, como las sanas, necesitan nutrientes para alimentarse y sobrevivir. Miguel Quintela, director del Programa de Investigación Clínica del CNIO e impulsor de una spin-off de nutrición oncológica personalizada, cuenta que “no se ha encontrado ningún nutriente que solo lo consuma el tumor”, pero sí es cierto que las células malas tienen sus particularidades: “Tienen una gran adaptabilidad. Lo que se creían desechos para otras células, a las tumorales les vale. Captan todo, aunque tienen más dependencia de glucosa que el tejido sano”, apunta.

Una de las líneas de investigación en las que se vuelcan los científicos es en intentar entender cómo se alimentan las células tumorales y de qué manera se pueden traducir todos esos procesos metabólicos que se ven a escala molecular, en recomendaciones dietéticas a pie de consulta. Pero no es una tarea sencilla, avanza Gary Patti, investigador experto en metabolismo del cáncer de la Universidad de Washington en Sant Louis (EE UU): “Los tumores necesitan ciertos nutrientes para crecer. Es interesante imaginar que se podría mitigar la progresión de la enfermedad limitando el acceso del tumor a uno o más de ellos y una forma de hacerlo podría ser a través de la dieta. La complicación es que la conexión entre la dieta y el cáncer aún no se entiende bien. Es probable que dependa de una serie de factores complejos, como la genética, el tipo de cáncer, el tratamiento farmacológico, etc. Se necesita mucha más investigación”.

Precisamente, este científico acaba de publicar en la revista Nature una investigación en la que describe, en modelos animales, cómo el hígado convierte la fructosa en lípidos que sirven de combustible a las células tumorales. Esto revela que, aunque por sí solas las células malignas no puedan metabolizar bien un nutriente, como les sucede con la fructosa, podrían acabar aprovechándose de él igualmente a través de otros mecanismos del cuerpo. “Involucrar un órgano a millones de células de distancia de este proceso es llamativo. Un proceso fisiológico normal del hígado condiciona el comportamiento del tumor y lo provee de energía”, valora Alejo Efeyán, jefe del Grupo de Metabolismo y Señalización Celular del CNIO, que no ha participado en este estudio.

El hallazgo, lejos de tener una traducción clara en la práctica clínica, desvela otro grado más de complejidad en los mecanismos de las células tumorales para alimentarse. “Se puede pensar que las células tumorales quieren el nutriente x, por lo que un paciente con cáncer no debería comerlo. O que las células tumorales no pueden utilizar el nutriente y, por lo que está bien que los pacientes con cáncer lo coman. Pero nuestros hallazgos subrayan que esta forma de pensar es demasiado simplista. Las células tumorales no pueden utilizar la fructosa directamente, pero cuando los ratones la consumen en su dieta, sigue promoviendo el crecimiento del tumor porque el hígado convierte la fructosa en otros nutrientes que el tumor necesita”, explica Patti en una respuesta por correo electrónico.

El científico matiza que sus investigaciones entran dentro de la categoría de ciencia básica. Son estudios en modelos animales y de ahí a los humanos hay un trecho antes de poder hacer recomendaciones definitivas a los pacientes.

Nutrición de precisión

La alimentación de los humanos es mucho más compleja, coincide Quintela: “Lo que se ve en un estudio en ratones no quiere decir que sea exactamente igual en humanos. Y las intervenciones nutricionales, en la vida real, tampoco van a estar nunca aisladas porque el humano toma comida, no nutrientes por separado. Los planes dietéticos requieren precisión y deben ser personalizados para cada paciente y su tumor”. De hecho, si bien el consumo excesivo de fructosa se ha relacionado con el desarrollo de numerosas enfermedades y los estudios de Patti respaldan que el cáncer también es una de ellas, no se puede interpretar de estos datos que haya que eliminar completamente la fructosa de la dieta, apunta el investigador de la Universidad de Washington: “La fructosa está presente de forma natural en alimentos como frutas y verduras. Pero es poco probable que esta pequeña cantidad suponga un gran problema. Lo que estudiamos en nuestro trabajo son dietas con cantidades excesivas de fructosa”.

La ciencia está avanzando, pero la interacción entre dieta y cáncer todavía no se comprende con precisión, admite Efeyán: “El objetivo es intentar entender las necesidades metabólicas de cada tumor para poder intervenir. Son procesos complejos, pero si podemos diseccionar molecularmente qué está pasando, podemos ir poniéndole freno”. Los investigadores también saben que, aparte de la nutrición celular, hay otros mecanismos, como la resistencia a la insulina o la respuesta al estrés oxidativo, que están influenciados por la dieta. Y también hay vías vinculadas con el crecimiento del cáncer que están moduladas por hormonas sensibles a determinados nutrientes.

Por lo pronto, en la práctica, de toda esa investigación a escala molecular, una evidencia que subyace es que las recomendaciones dietéticas que se dan en la prevención del cáncer valen también cuando ya hay un diagnóstico de cáncer, apunta Joan Albanell, jefe de Oncología del Hospital del Mar de Barcelona: “Lo que se recomienda es una dieta lo más mediterránea posible. En tumores precoces, recomendamos dieta saludable porque podría ayudar a reducir el riesgo de recaída en determinados tumores. Una dieta sana reduce el estrés metabólico y la producción de residuos potencialmente tóxicos para la célula”.

Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas

La epidemióloga Marta Crous, de la Unidad de Nutrición y Cáncer del Instituto Catalán de Oncología (ICO), coincide en este extremo: “Hay componentes de la dieta que puede mejorar el pronóstico, determinados patrones de dieta que mejoran la supervivencia de algunos tumores, por ejemplo, en cáncer de mama, colon, endometrio o gastrointestinales”. De la misma manera, hay otras dietas que son completamente desfavorables, abunda Nabil Djouder, del CNIO: “Las dietas ricas en grasas pueden promocionar la proliferación tumoral. También hay teorías que señalan que una dieta baja en azúcares priva a las células tumorales de energía, pero yo no lo creo porque las células malignas tienen formas de adaptarse y buscar otras maneras de encontrar combustible”, ejemplifica.

Djouder destaca que la dieta cetogénica (baja en carbohidratos, moderada en proteínas y alta en grasas), el ayuno intermitente (acotar el horario de comida) y la restricción calórica (limitar las calorías que se ingieren) son estrategias que podrían mediar de forma favorable en la evolución del cáncer, pero admite que los mecanismos de acción precisos que generan este efecto todavía no se entienden con claridad. “La inmunoterapia funciona mejor con dieta cetogénica y el ayuno intermitente protege las células sanas de la inmunoterapia. Está ampliamente estudiado en animales, pero en humanos hay pocos datos”, apunta el científico. En este sentido, una revisión de investigadores españoles publicada el pasado abril concluyó que el ayuno y estrategias similares “pueden matar células cancerosas o sensibilizarlas a la actividad antitumoral de los medicamentos estándar, al tiempo que protegen a las células normales contra sus efectos secundarios tóxicos”.

¿Matar el tumor de hambre?

Con algunos tipos de dieta, como el ayuno, pulula la idea teórica de matar de hambre al tumor, pero llevar eso a la práctica es difícil, admite Patti: “En primer lugar, tenemos que averiguar cómo matar de hambre al tumor pero no a otros tejidos sanos del cuerpo. En segundo lugar, el hecho de que no consumamos un nutriente no significa que el tumor no tenga acceso a él. Como demuestra nuestro estudio, una sustancia química de la dieta puede ser convertida en otros nutrientes por los tejidos sanos, que posteriormente pueden alimentar a los tumores”. Crous defiende que, más que matar de hambre al tumor, lo que hay que hacer es “no dar combustible” de más: “Lo que hay que hacer es darle menos excusas para crecer, que no tenga lo que necesita para crecer”.

Una revisión científica de Djouner y su equipo concluye que algunas intervenciones dietéticas tienen “una poderosa capacidad para alterar el metabolismo y el crecimiento, desarrollo y respuesta terapéutica del tumor”, pero la comprensión limitada de los mecanismos que explican el efecto de dietas como el ayuno intermitente o la cetogénica, complican su traslación a la vida real. Tampoco ayuda que los estudios, a menudo, incluyan pacientes con perfiles metabólicos y tumores heterogéneos, una diversidad que puede “oscurecer”, dice la revisión, la eficacia de las terapias nutricionales.

“Estamos estudiando cómo la dieta puede influir en la metástasis, pero es importante entender los mecanismos de acción para poder actuar porque decirle a un paciente que haga ayuno o dieta cetogénica es difícil. Yo no creo que [el efecto positivo] sea porque se trate de dietas bajas en azúcares o por privación de glucosa. Creo que influye el sistema inmune. Hay un denominador común que actúa de forma similar en estas tres dietas y hay metabolitos que están influyendo”, reflexiona Djouner.

La clave del microbioma

Efeyán coincide en el papel fundamental de la dieta para modular el sistema inmune y agrega un actor más en este complejo entramado: el microbioma, que es ese ecosistema de microorganismos que puebla el intestino y ayuda a regular numerosas funciones orgánicas: “La dieta influye de forma determinante sobre el sistema inmune a través de la modulación del microbioma y la producción de determinados metabolitos en bacterias que tienen efectos en el sistema inmune”. Ya hay estudios que apuntan a que el microbioma puede, por ejemplo, influir en la eficacia de la inmunoterapia.

Crous pone también el foco en nuestro universo microbiano y recuerda que “cuanto más variado mejor”: “La dieta puede ayudarnos a tener esa biodiversidad adecuada. El microbioma puede tener efectos sobre el riesgo, progresión y respuesta en el cáncer. Por ejemplo, al absorber carcinógenos o al modular reacción inflamatorias y de estrés oxidativo”. La investigadora del ICO añade otra variable más a la maraña de hilos que enlazan dieta y cáncer: la crononutrición, el cuándo se come. “La dieta baja en calorías actúa de forma diferente por la noche y por el día. Hay que entender cuál es el mejor momento, por ejemplo, para hacer ayuno intermitente. Puede ser más eficiente si respetamos los cronotipos”.

Si en algo coinciden los científicos consultados es en la enorme complejidad de las interacciones entre dieta y cáncer. Pero tampoco dudan del potencial de la nutrición como una parte fundamental en el abordaje de los tumores. “Nos falta saber quiénes son los principales actores y qué papel juegan en la progresión de la enfermedad”, asume Crous. Efeyán señala los retos: “A nivel terapéutico, estamos lejos de una dieta personalizada para el cáncer. Tenemos que encontrar fármacos selectivos que no dañen las células normales, pero sí tengan efectos metabólicos contundentes contra las células tumorales. La dieta no va a ser la medicina, pero va a ayudar a la medicina”.

Fuente: ElPaís / Jessica Mouzo

7 frutas deliciosas que contienen más vitamina C que las naranjas

La vitamina C, también conocida como ácido ascórbico, no sólo es indispensable para la salud y llena de bondades, sino que contribuyó al avance de la ciencia.

En 1747 fue usada en uno de los primeros ensayos clínicos controlados en la historia de la ciencia médica.

Lo condujo James Lind, de Edimburgo, Escocia, quien se había unido a la Marina Real como asistente del médico principal y observó los efectos del escorbuto, una enfermedad que durante largos viajes en barco podía ser más peligrosa que cualquier enemigo.

Tomó a 12 hombres que sufrían síntomas similares y los dividió en seis parejas, para poner a prueba remedios que se usaban: desde sidra y vinagre hasta agua de mar.

Los cítricos, por una razón aún desconocida, eran sin lugar a duda la clave para combatir ese flagelo.

Esa razón era, por supuesto, la vitamina C, pero esta no fue descubierta sino hasta 1912; 16 años después fue aislada y en 1933 fue la primera vitamina producida químicamente.

Con el tiempo, se fue aprendiendo que servía para mucho más que prevenir y curar el escorbuto.

Nuestro cuerpo la necesita para cicatrizar heridas, pues ayuda a formar nuevo tejido conectivo, que fortalece los órganos.

También es importante para los huesos, vasos sanguíneos, cartílagos, la piel y para que el cuerpo absorba el hierro.

Fortalece además el sistema inmunológico, para combatir infecciones, y por sus propiedades antioxidantes, contribuye a proteger el cuerpo del cáncer y enfermedad cardiovascular (ECV).

Pie de foto,La recomendación de Lind de incluir cítricos frescos y jugo de limón en la dieta de los marineros resultó en la erradicación del escorbuto en la Armada Británica.

Estas y otras virtudes hacen de ella un nutriente esencial, es decir que debemos asegurarnos de ingerirla pues, a diferencia de la mayoría de los animales, los humanos carecemos de la capacidad de sintetizarla.

Y debemos hacerlo a diario, ya que, por ser hidrosoluble, no se almacena en el cuerpo.

Así que debemos obtener cantidades adecuadas de los alimentos en nuestra dieta todos los días.

Ni más ni menos

Aunque cuál es esa cantidad recomendada varía, como señala la Clínica Mayo, en general, los expertos recomiendan que las mujeres que no estén embarazadas o amamantando tomen 75 miligramos (mg) y los hombres, 90 mg diariamente.

Eso sí, así como hay que cuidarse de consumir suficiente, también hay que evitar el exceso: si eres adulto, limítate a no más de 2.000 mg.

Hay varios vegetales ricos en vitamina C, como el brócoli, las coles de bruselas y los pimentones (que biológicamente es una fruta).

Pero hay que tener en cuenta que, al ser soluble en agua y sensible a altas temperaturas, parte de la vitamina C se pierde durante la cocción.

Se pueden comer crudos, para obtener la mayor cantidad de vitamina, pero si es necesario cocinarlos, el vapor parece ser el mejor método para conservar su valor nutricional.

Las frutas, por su lado, son una gran -y deliciosa- opción.

Con sólo 3/4 de taza de jugo de naranja al día ya tienes el mínimo cubierto.

Y mencionamos esa fruta pues, por razones históricas, las naranjas y los limones son los que más fácilmente suelen venir a la mente como fuentes del vital nutriente.

Y es válido: 100 gramos de pulpa de cualquiera de las dos contienen ~53 mg de vitamina C, según varias fuentes incluido el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).

No obstante, resulta que hay al menos otras 9 frutas con un contenido aún más alto, así que aquí te las presentamos, para que las tengas en cuenta.

Del 1 al 7

Hay dos frutas que se disputan la corona por tener la concentración más alta conocida de vitamina C de cualquier alimento.

El Kakadu

Una es nativa de Australia, la otra, del Amazonas.

El gubinge, kakadu o murunga (Terminalia ferdinandiana) contiene cantidades extraordinarias de vitamina C, con cifras que oscilan entre 2. 300 y 3 .150 mg por cada 100 g, lejos de los ~53 mg de la naranja.

Los pueblos aborígenes sabían desde hace milenios de las virtudes de esta fruta pequeña, de color verde oliva pálido que crece silvestre en los bosques abiertos del norte de Australia.

Se la comían directamente, la usaban para hacer una bebida refrescante y también para hacer gelatina.

Era parte de su dieta, pero también, como otras partes del árbol, tenía usos medicinales, para tratar dolores de cabeza, resfriados y gripes, y como antiséptico.

Hoy en día, el kakadu se emplea en la elaboración de polvos usados en suplementos, alimentos funcionales, cosméticos y productos farmacéuticos.

Gracias a investigaciones de la Universidad de Queensland, se ha usado como preservante natural, especialmente eficaz para mantener la frescura, apariencia y durabilidad de mariscos como camarones y crustáceos congelados.

El Camu-Camu

Con cifras que típicamente oscilan entre 1.600 y 3.000 mg por cada 100 g de pulpa, y que en ejemplares o tratamientos específicos pueden exceder los 4.000–5.000 mg/100 g, el camu-camu (Myrciaria dubia) no tiene mucho que envidiarle al kakadu.

La planta, nativa de la Amazonía sudamericana, crece en zonas inundadas y ribereñas de Perú, Brasil, Colombia, Ecuador y Venezuela.

Tradicionalmente se ha usado como remedio, incluso para la malaria.

El fruto es tan intensamente ácido que no suele comerse así no más, sino que se le extrae su jugo, que tiene un llamativo tono rosa gracias al pigmento de su piel.

Con él se hacen zumos, helados, mermeladas, batidos, coctéles, yogures, y platos como el ceviche de camu‑camu peruano.

También se utiliza en el sector cosmético, como extracto antioxidante en mascarillas y tónicos.

 La Acerola

Otra campeona cuando se trata de vitamina C es la acerola (Malpighia glabra o Malpighia emarginata), con alrededor de 1.700 mg por 100 g.

Nativa de las regiones tropicales de América, especialmente el Caribe, América Central y del Sur, tiene un sabor dulce con un toque ácido, muy refrescante, similar a una cereza agria.

Se consume fresca, en jugos, mermeladas o como suplemento en polvo. Es popular en la industria alimentaria por su aporte nutricional.

La acerola ha sido valorada desde tiempos precolombinos por sus propiedades medicinales y se ha extendido por su uso en suplementos vitamínicos en todo el mundo.

El fruto de la rosa silvestre, común en Europa, Asia y partes de América del Norte, ha sido conocido tradicionalmente por sus propiedades para aliviar resfriados y mejorar el sistema inmunológico.

Y es que el escaramujo (Rosa canina L.) contiene entre 100 y 1. 300 mg/100 g, según la especie, origen, altitud y maduración, de acuerdo a varios estudios.

Tiene un sabor agridulce, floral y ligeramente terroso, y se suele consumir en infusiones, mermeladas, jarabes o suplementos.

El escaramujo tiene una larga historia en la medicina popular europea y fue usado durante la Segunda Guerra Mundial como fuente alternativa de vitamina C cuando los cítricos eran escasos.

Sigue siendo popular en fitoterapia y nutrición natural.

Grosella India

Phyllanthus emblica L., en español grosellero de la India o sarandí, es un árbol sagrado para el hinduismo, símbolo de longevidad y sabiduría.

Su baya, la grosella india, es una de las frutas más valoradas en la medicina tradicional ayurvédica.

Su sabor muy singular y complejo: es extremadamente ácido (astringente y agrio a la vez), ligeramente amargo al principio y dulzón al final.

Cuando se come fresca produce una sensación de sequedad en la boca.

Curiosamente, tras masticarla y escupirla, muchas personas reportan que la saliva se vuelve dulce durante unos segundos, una experiencia que en algunas tradiciones se considera «limpiadora» o «refrescante».

Debido a su intensidad, suele consumirse seca, encurtida, en polvo o cocinada en lugar de fresca, especialmente en mezclas ayurvédicas o chutneys.

Es una de las fuentes naturales más ricas en vitamina C (concentraciones de hasta 720 mg por 100 g), pero además tiene una ventaja: esa vitamina no se degrada fácilmente durante el secado o almacenamiento.

La presencia de taninos y polifenoles protegen la vitamina C de la oxidación, un fenómeno poco común en otras frutas.

Esta estabilidad ha permitido que sea usada durante siglos en formas secas o en conserva, sin perder su eficacia medicinal.

El Baobab

El baobab (Adansonia digitata)es conocido como el «árbol de la vida» en muchas culturas africanas.

En la literatura oral, el baobab aparece como un árbol que sostiene el cielo o que fue plantado boca abajo, y representa sabiduría ancestral.

Su fruto, que contiene alrededor de 494,94 mg/100 g de vitamina C en pulpa deshidratada, ha sido utilizado durante siglos como fuente de nutrición y medicina natural.

A diferencia de la mayoría de las frutas, el fruto no es jugoso, sino seco por dentro.

Su pulpa harinosa se desmenuza fácilmente convirtiéndose en polvo, lo que lo vuelve ideal para usar en bebidas, salsas o como suplemento nutricional.

Su sabor es ácido, refrescante y ligeramente cítrico, a menudo descrito como una mezcla de pomelo, pera y vainilla.

La Guayaba

Volvamos a América, ahora con la guayaba, esa fruta cuyo aroma transportaba al escritor Gabriel García Márquez a su hogar doquiera que lo percibiera.

El fruto del Psidium guajava es siempre fragante, a menudo dulce aunque a veces deliciosamente agrio, pues existen numerosas variedades que varían en tamaño y color: blanco, rosado, rojo, amarillo…

Contiene más vitamina C que muchas frutas cítricas: algunas variedades llegan a tener hasta cinco veces más que una naranja, lo cual la convierte en un potente antioxidante natural.

Un estudio de guayaba fresca en Ecuador, por ejemplo, encontró que el contenido llegaba hasta alrededor de 500 mg.

Dotada con varias propiedades beneficiosas para la salud, la guayaba es además una fruta climactérica, es decir que sigue madurando después de ser cosechada, lo que facilita su consumo, transporte y exportación.

A pesar de eso, y de su popularidad en América Latina y Asia, en muchas partes del mundo sigue siendo una fruta «exótica» poco conocida.

Lo mismo ocurre con muchas de las frutas mencionadas en este artículo, pero no hay problema, pues hay varias otras fuentes sólidas de vitamina C:

  • Grosella negra, con ~181 mg/100 g, y muy rica en antioxidantes;
  • Kiwi, cuya variedad más rica en vitamina C, SunGold, contiene ~161 mg/100g;
  • Papaya. con ~60 mg/100 g, además rica en enzimas digestivas;
  • Fresa, con ~59 mg/100g, buena fuente, especialmente cruda…

Y llegamos a la tradicional naranja, que contiene un poquito más de vitamina C que la refrescante y digestiva piña.

Fuente: BBC News Mundo / Dalia Ventura

cancer de colon

Conoces cuales son los 5 signos comunes del cáncer de colon que pueden pasar ignorados

Muchas señales iniciales del cáncer de colon son sutiles y, por ello, se suelen pasar por alto o atribuirse a problemas menos graves.

cancer de colon

El cáncer de colon, también conocido como cáncer colorrectal, es una de las principales causas de muerte relacionada con el cáncer a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 se registraron más de 1,9 millones de nuevos casos y cerca de 930.000 muertes por esta enfermedad.

Es un tipo de cáncer que comienza en el intestino grueso (colon) o el recto. Suele desarrollarse a partir de pólipos benignos que, con el tiempo, pueden volverse malignos. Si no se detecta a tiempo, el cáncer puede invadir las capas más profundas del colon y diseminarse a otros órganos.

Ante este panorama, la detección temprana es fundamental. No obstante, muchas señales iniciales del cáncer de colon son sutiles y, por ello, se suelen pasar por alto o atribuirse a problemas menos graves.

A continuación te compartimos cinco síntomas comunes que suelen ser ignorados, pero que podrían indicar la presencia de cáncer de colon.

  1. Cambios en los hábitos intestinales
    Diarrea, estreñimiento o la sensación de que el intestino no se vacía por completo son síntomas frecuentes en etapas tempranas del cáncer de colon. Si estos cambios persisten por más de una semana, no deben atribuirse simplemente a la dieta o el estrés: es recomendable consultar a un médico.
  2. Sangre en las heces
    La presencia de sangre, ya sea de color rojo brillante o más oscura (similar al alquitrán), puede ser una señal de advertencia. Aunque a menudo se asocia a hemorroides u otras afecciones menores, este síntoma debe ser evaluado por un profesional de la salud. Una colonoscopia puede ayudar a detectar o descartar cáncer en etapas tempranas.
  3. Molestias abdominales persistentes
    Dolor abdominal, calambres o hinchazón que no desaparecen con tratamientos comunes pueden ser un signo preocupante. Muchas personas confunden estos síntomas con el síndrome del intestino irritable o gases. Si el malestar es frecuente y persistente, es fundamental investigar su causa.
  4. Pérdida de peso sin razón aparente
    Perder peso de manera involuntaria nunca debe ser tomado a la ligera. Si bajas más de 4-5 kilos sin haber cambiado tu dieta o nivel de actividad física, podría ser una señal de cáncer, incluido el cáncer de colon. Este síntoma suele subestimarse, pero si se presenta junto con otros, requiere atención médica inmediata.
  5. Fatiga crónica
    Sentirse cansado constantemente, incluso después de haber descansado, es otro síntoma frecuente pero poco reconocido. El cáncer de colon puede causar sangrados internos que provocan anemia, lo que a su vez genera cansancio extremo. Si esta fatiga está acompañada de otros síntomas, no debe ignorarse.

Factores de riesgo
Edad avanzada
Antecedentes familiares de cáncer colorrectal
Historial personal de pólipos o enfermedades intestinales
Factores de estilo de vida (dieta poco saludable, sedentarismo, tabaquismo, alcohol)
Si presentas uno o más de estos síntomas, lo más importante es no ignorarlos. Agenda una consulta médica lo antes posible. En el caso del cáncer de colon, la detección temprana puede marcar la diferencia entre un tratamiento exitoso y uno complicado.